Capítulo 7: El imperio en crisis (siglo XVII)

Doménikos Theotokópoulos, "El Greco" (1541-1614): Parte II

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El Greco: Vista de Toledo

La extrema artificiosidad de la poesía tardía de Luis de Góngora, gran admirador de El Greco (véase el soneto que aquél dedica al artista en las "Lecturas"), se presta a una comparación con la obra tardía del pintor. (Véase el apartado de las "Lecturas" del Capítulo 5 dedicado a El Greco para algunos cuadros de su primera etapa.) Las tendencias de los cuadros que pintó en sus primeras décadas en España serán más pronunciadas en la etapa final de su carrera, sobre todo en la exagerada elongación de las figuras humanas, las evidentes pinceladas y los contrastes entre luces y sombras.

De 1597-99 es su inquietante Vista de Toledo, que actualmente puede verse en el Museo Metropolitan. El contraste entre la blancura de los edificios y la oscuridad del cielo y el monte llama la atención por su efecto fúnebre: la ciudad casi parece un cementerio. (Con razón uno podría preguntarse si esta escena evoca el espiritualismo de la noche oscura del alma de San Juan o el desengaño de los muros de la patria mía de Quevedo, el soneto que lamenta un Imperio en declive.)

La Pentecostés (el descenso del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y la Virgen cincuenta días después de la muerte de Cristo y la manifestación de la presencia divina mediante pequeñas llamas sobre sus cabezas) es de 1600. Nótense los vivos colores primarios, el claroscuro, la distorsión de las figuras humanas y la perspectiva dramática del Apóstol que está en primer plano. Es un cuadro de un retablo que se desmanteló en el siglo XIX.

Uno de los cuadros más llamativos de su último período es su representación de la muerte de Laoconte (ing. Laocoön) y sus hijos, un episodio relatado en la Eneida de Virgilio. Cuando los griegos colocan su caballo de madera delante de las puertas de Troya, el sacerdote Laoconte intenta convencer a sus conciudadanos de que no lo metan en la ciudad. De repente, salen tres grandes serpientes del mar que atacan a Laoconte y a sus dos hijos, algo que los troyanos interpretan como castigo divino y licencia para meter el caballo en Troya. La artificiosidad de este cuadro es notable, y debe señalarse el interés que El Greco tenía en esta leyenda de la antigüedad pagana, a pesar de que la mayoría de sus cuadros son de tema religioso. La ciudad al fondo no es Troya, sino Toledo.

El cuadro de San Jerónimo (también en el Metropolitan) es de entre 1600 y 1614. En contraste con su retratos de personajes contemporáneos, el santo muestra la típica distorsión vertical de los cuadros religiosos, sobre todo de los más tardíos.

Un cuadro que El Greco nunca llegó a completar es la Visión del Apocalipsis, de 1608-14. La parte superior fue cortada en algún momento; puede haber representado la visión del trono de Dios. Las figuras en el fondo son mártires que reciben vestiduras blancas cuando el ángel abre el quinto sello del gran libro en la visión de San Juan, la figura a la izquierda. Por su aspecto casi abstracto, este cuadro cobró nuevo interés en el siglo XX.