Capítulo 4: La creación de los estados nacionales en Hispanoamérica (siglo XIX)

José Martí (1853-1895)
Fragmento del ensayo "Nuestra América" (1891)

Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo (1) mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con [...] las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.

No hay proa (2) que taje (3) una nube de ideas. Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados (4). Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos. Los que se enseñan los puños, como hermanos celosos, que quieren los dos la misma tierra, o el de casa chica, que le tiene envidia al de casa mejor, han de encajar, de modo que sean una, las dos manos. Los que, al amparo de una tradición criminal, cercenaron (5), con el sable (6) tinto en la sangre de sus mismas venas, la tierra del hermano vencido, del hermano castigado más allá de sus culpas, si no quieren que les llame el pueblo ladrones, devuélvanle sus tierras al hermano. Las deudas del honor no las cobra el honrado en dinero, a tanto por la bofetada (7). Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire [...]; ¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y, hemos (8) de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes.

A los sietemesinos (9) sólo les faltará el valor. Los que no tienen fe en su tierra son hombres de siete meses. Porque les falta el valor a ellos, se lo niegan a los demás. No les alcanza al árbol difícil el brazo canijo (10), el brazo de uñas pintadas y pulsera, el brazo de Madrid o de París, y dicen que no se puede alcanzar el árbol. Hay que cargar los barcos de esos insectos dañinos, que le roen (11) el hueso a la patria que los nutre. Si son parisienses o madrileños, vayan al [Paseo del] Prado, de faroles (12), o vayan a Tortoni [un famoso café de París], de sorbetes (13). ¡Estos hijos de carpintero, que se avergüenzan de que su padre sea carpintero! ¡Estos nacidos en América, que se avergüenzan, porque llevan delantal indio, de la madre que los crió, y reniegan, ¡bribones (14)!, de la madre enferma, y la dejan sola en el lecho de las enfermedades! Pues, ¿quién es el hombre? ¿el que se queda con la madre, a curarle la enfermedad, o el que la pone a trabajar donde no la vean, y vive de un sustento en las tierras podridas [...], maldiciendo del seno que lo cargó [...]? ¡Estos hijos de nuestra América, que ha de salvarse con sus indios, y va de menos a más; estos desertores que piden fusil en los ejércitos de la América del Norte, que ahoga en sangre a sus indios, y va de más a menos! ¡Estos delicados que son hombres y no quieren hacer el trabajo de hombres! [...]

Ni ¿en qué patria puede tener un hombre más orgullo que en nuestras repúblicas dolorosas de América, levantadas entre las misas mudas de indios, al ruido de pelea del libro con el cirial (15), sobre los brazos sangrientos de un centenar (16) de apóstoles? De factores tan descompuestos, jamás, en menos tiempo histórico, se han creado naciones tan adelantadas y compactas. Cree el soberbio (17) que la tierra fue hecha para servirle de pedestal, porque tiene la pluma fácil o la palabra de colores, y acusa de incapaz e irremediable a su república nativa, porque no le dan sus selvas nuevas modo continuo de ir por el mundo de gamonal (18) famoso, guiando jacas (19) de Persia y derramando champaña. La incapacidad no está en el país naciente, que pide formas que se le acomoden y grandeza útil, sino en los que quieren regir pueblos originales, de composición singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía en Francia. [...] [E]l buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas. El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país.

Por eso el libro importado ha sido vencido en América por el hombre natural. Los hombres naturales han vencido a los letrados artificiales. El mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico. No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza. El hombre natural es bueno, y acata (20) y premia la inteligencia superior, mientras ésta no se vale de su sumisión para dañarle, o le ofende prescindiendo (21) de él, que es cosa que no perdona el hombre natural, dispuesto a recobrar por la fuerza el respeto de quien le hiere la susceptibilidad o le perjudica el interés. Por esta conformidad con los elementos naturales desdeñados han subido los tiranos de América al poder; y han caído en cuanto les hicieron traición. Las repúblicas han purgado en las tiranías su incapacidad para conocer los elementos verdaderos del país, derivar de ellos la forma de gobierno y gobernar con ellos. Gobernante, en un pueblo nuevo, quiere decir creador.

En pueblos compuestos de elementos cultos e incultos, los incultos gobernarán, por su hábito de agredir (22) y resolver las dudas con su mano, allí donde los cultos no aprendan el arte del gobierno. La masa inculta es perezosa, y tímida en las cosas de la inteligencia, y quiere que la gobiernen bien; pero si el gobierno le lastima, se lo sacude y gobierna ella. ¿Cómo han de salir de las universidades los gobernantes, si no hay universidad en América donde se enseñe lo rudimentario del arte del gobierno, que es el análisis de los elementos peculiares de los pueblos de América? [...] En la carrera de la política habría de negarse la entrada a los que desconocen los rudimentos de la política. El premio de los certámenes no ha de ser para la mejor oda, sino para el mejor estudio de los factores del país en que se vive. En el periódico, en la cátedra, en la academia, debe llevarse adelante el estudio de los factores reales del país. [...] Resolver el problema después de conocer sus elementos, es más fácil que resolver el problema sin conocerlos. Viene el hombre natural, indignado y fuerte, y derriba la justicia acumulada de los libros, porque no se la administra en acuerdo con las necesidades patentes del país. Conocer es resolver. Conocer el país, y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías. La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo (23), aunque no se enseñe la de los arcontes (24) de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. No hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas.

Con los pies en el rosario, la cabeza blanca y el cuerpo pinto de indio y criollo, vinimos, denodados (25), al mundo de las naciones. Con el estandarte de la Virgen salimos a la conquista de la libertad. Un cura [Miguel Hidalgo], unos cuantos tenientes y una mujer alzan en México la república, en hombros de los indios. Un canónigo español, a la sombra de su capa, instruye en la libertad francesa a unos cuantos bachilleres magníficos, que ponen de jefe de Centro América contra España al general de España [Agustín de Iturbide, antiguo oficial del ejército español, quien asumió el liderazgo del movimiento independentista mexicano en 1820 y proclamó la independencia definitiva de España en 1821]. Con los hábitos monárquicos, y el Sol por pecho, se echaron a levantar pueblos los venezolanos por el Norte [encabezados por Simón Bolívar] y los argentinos por el Sur [encabezados por José San Martín]. Cuando los dos héroes [Bolívar y San Martín] chocaron, y el continente iba a temblar, uno [San Martín], que no fue el menos grande, volvió riendas [San Martín se estableció en Europa en 1822 debido al desacuerdo con Bolívar]. Y como el heroísmo en la paz es más escaso (26), porque es menos glorioso que el de la guerra; como al hombre le es más fácil morir con honra que pensar con orden; como gobernar con los sentimientos exaltados y unánimes es más hacedero (27) que dirigir, después de la pelea, los pensamientos diversos, arrogantes, exóticos o ambiciosos; como los poderes arrollados (28) en la arremetida (29) épica zapaban (30), con [...] el peso de lo real, el edificio que había izado (31), en las comarcas burdas (32) y singulares de nuestra América mestiza [...], la bandera de los pueblos nutridos de savia (33) gobernante en la práctica continua de la razón y de la libertad; como la constitución jerárquica de las colonias resistía la organización democrática de la República [...], o los redentores bibliógenos no entendieron que la revolución que triunfó con el alma de la tierra, desatada a la voz del salvador, con el alma de la tierra había de gobernar, y no contra ella ni sin ella, entró a padecer América, y padece, de la fatiga de acomodación entre los elementos discordantes y hostiles que heredó de un colonizador despótico y avieso (34), y las ideas y formas importadas que han venido retardando, por su falta de realidad local, el gobierno lógico. El continente descoyuntado durante tres siglos por un mando que negaba el derecho del hombre al ejercicio de su razón, entró, desatendiendo o desoyendo a los ignorantes que lo habían ayudado a redimirse, en un gobierno que tenía por base la razón; la razón de todos en las cosas de todos, y no la razón universitaria de unos sobre la razón campestre de otros. El problema de la independencia no era el cambio de formas, sino el cambio de espíritu.

Con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar (35) el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores. El tigre, espantado del fogonazo (36), vuelve de noche al lugar de la presa. [...] No se le oye venir, sino que viene con zarpas (37) de terciopelo. Cuando la presa despierta, tiene al tigre encima. La colonia continuó viviendo en la república; y nuestra América se está salvando de sus grandes yerros (38)—de la soberbia (39) de las ciudades capitales, del triunfo ciego de los campesinos desdeñados [i.e., la tiranía], de la importación excesiva de las ideas y fórmulas ajenas, del desdén inicuo e impolítico de la raza aborigen,—por la virtud superior, abonada (40) con sangre necesaria, de la república que lucha contra la colonia. El tigre espera, detrás de cada árbol, acurrucado (41) en cada esquina. Morirá, con las zarpas al aire, echando llamas por los ojos.

Pero [...] [e]stos países se salvarán porque, con el genio de la moderación que parece imperar, por la armonía serena de la Naturaleza, en el continente de la luz, y por el influjo de la lectura crítica que ha sucedido en Europa a la lectura de tanteo (42) y falansterio (43) en que se empapó (44) la generación anterior, le está naciendo a América, en estos tiempos reales, el hombre real.

 

Ayuda léxica

(1) engullir: tragar la comida atropelladamente
(2) proa: parte delantera de una embarcación
(3) tajar: cortar, dividir algo con un instrumento cortante
(4) acorazado: buque de guerra dotado de una artillería poderosa y protegido por gruesos blindajes
(5) cercenar: disminuir o acortar
(6) sable: arma blanca
(7) bofetada: golpe que se da en el carrillo [la parte carnosa de la cara] con la mano abierta
(8) liar: entablar o empezar algo
(9) sietemesino: criatura que nace a los siete meses de engendrada; (fig.) jovencito que presume de persona mayor
(10) canijo: débil, enfermizo, raquítico
(11) roer: raspar con los dientes una cosa, arrancando algo de ella; (fig.) ir gastando poco a poco una cosa
(12) farol: caja hecha o guarnecida de una materia transparente, dentro de la cual se pone luz para que alumbre; (fig.) persona jactanciosa, muy amiga de llamar la atención
(13) sorbete: refresco helado, a base de zumo de frutas, agua o leche, etc.
(14) bribón: persona que engaña, estafa o roba
(15) cirial: cada uno de los candelarios altos que llevan los acólitos en alguna funciones de iglesia
(16) centenar: centena [conjunto de cien unidades]
(17) soberbio: que tiene altivez y arrogancia
(18) gamonal: cacique de pueblo
(19) jaca: caballo de poca alzada
(20) acatar: tributar homenaje de sumisión y respeto, aceptar
(21) prescindir: pasar por alto, omitir
(22) agredir: acometer a uno para hacerle daño
(23) al dedillo: con todo detalle, perfectamente
(24) arconte: magistrado encargado, en diversas ciudades griegas y principalmente en Atenas, de las más altas funciones
(25) denodado: intrépido, esforzado, atrevido
(26) escaso: poco, insuficiente en cantidad o número
(27) hacedero: que es posible o fácil de hacer
(28) arrollado: envuelto
(29) arremetida: acción de acometer con ímpetu
(30) zapar: hacer excavaciones
(31) izar: elevar una cosa tirando de la cuerda, cable, etc., a que está sujeta
(32) burdo: tosco, grosero, carente de sutileza
(33) savia: líquido que circula por las diversas partes de los vegetales; (fig.) aquello que da vida o infunde energía
(34) avieso: perverso o mal intencionado
(35) afianzar: afirmar, fundamentar, asegurar
(36) fogonzado: llama o fuego momentáneo que acompaña a un disparo o a la explosión brusca de algo
(37) zarpa: mano con dedos y uñas afiladas de ciertos animales, como el león, el tigre, etc.
(38) yerro: falta o equivocación cometida por descuido, inadvertencia o ignorancia
(39) soberbia: estimación excesiva de sí mismo en menosprecio de los demás
(40) abonado: pagado
(41) acurrucado: encogido
(42) tanteo: cálculo aproximado
(43) falansterio: referencia al sistema comunitario del filósofo y economista francés Charles Fourier (1772-1837)
(44) empaparse: poseerse o imbuirse de un afecto, idea, etc.